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viernes, 31 de enero de 2014

Max. Capítulo 1. Cantando bajo la lluvia

Había estado lloviendo durante días. Las inundaciones habían obligado a cerrar la mayoría de los colegios y los comercios del centro. Pocos eran los ciudadanos que habían acudido a sus puestos de trabajo; las lluvias de los últimos días inundaba las principales calles del centro y sus carreteras adyacentes. Por suerte para Max vivía en la periferia donde el agua caído no se había concentrado tanto. Aunque como muchos de sus vecinos trabajaba en el centro de la ciudad así que aquella semana sería, para la mayoría, un largo fin de semana. 

Los problemas y los retrasos en las lineas de autobús comenzaron el Lunes con el aumento del trafico por las lluvias. El Martes y el Miércoles la ausencia de la mayoría de sus compañeros de trabajo ya hacía prever el inminente decline de personal el resto de la semana. Sin embargo, su jefe se adelantó a los acontecimiento y, sin esperar al resultado de las bajas del Jueves ante el aumento de las lluvias, mandó un email a todos sus empleados anunciando el cierre de las oficinas debido al temporal. Y no se equivocó. El Miércoles por la tarde las calles empezaban a parecer ríos, el agua llegaba a los talones y la mayoría de las lineas de autobús se habían cancelado. Seguramente las ausencias del Jueves habrían repercutido negativamente, siendo la decisión más sabia cerrar hasta que restablecieran el orden.

El Jueves se despertó con el inconfundible golpeteo de la lluvia contra los cristales. Su rutina diaria no cambio excepto por el tiempo que se tomó en cada una de sus tareas. El frenesí matutino se transformó en un relajante ritual : la ducha  se transformó en baño y el desayuno en un gran-desayuno. Miró por la ventana mientras daba pequeños sorbos a su café humeante contemplando que la mayoría de sus vecinos tenían el coche aparcado en sus respectivas entradas. Por lo que dedujo, siendo la hora que era, que como había intuido la mayoría disfrutaría de un largo fin de semana.

Estaba recogiendo la cocina cuando escucho un sonido proveniente de la puerta de entrada. Secó el último plato y se acercó a la entrada de la casa. Cuando abrió la puerta observó al cartero dirigiéndose hacia la casa de su vecino con un puñado de cartas en la mano, abrió en buzón que estaba junto a la puerta y recogió el correo.
Entre las facturas, extractos del banco y algunos panfletos de propaganda encontró una carta de Ana.
-¿!Ana!?-exclamó sorprendiéndose a si mismo ante su propia reacción. Los recuerdos le llenaron la mente con la imagen lejana de aquella chica que conoció fugazmente el verano que pasó en el pueblo de su amiga Cristina. Aunque su razón se negaba a ilusionarse con la idea de aquella opción.

Leyó la carta un par de veces sintiéndose avergonzado al darse cuenta de su esfuerzo por autocontrolar su euforia y soltando, finalmente, una carcajada liberadora. Su tensión habían aumentado sin razón aparente y empezaba a estar nervioso ante su propia reacción. Aunque le hacía gracia que él mismo estuviese intentando disimular su verdadera alegría cuando era el único en aquella casa. Normalmente vivía solo, aunque a veces tenía una de las habitaciones alquilada a un hombre de negocios llamado Lucas. Alguien del que sí habría intentado disimular aquel torbellino de emociones producidas por una simple carta de alguien que había conocido fugazmente.

El mensaje de la carta era claro : Ana vendría a la ciudad dentro de unas semanas. 
Max guardo el número de teléfono que Ana mando junto con la carta y, sin pensarlo, se aventuró a mandarla un mensaje ofreciéndola su casa durante su estancia. La emoción le impacientaba empujándole a comprobar el estado de mensajes en su móvil durante todo el día. Sin embargo, la respuesta de Ana se hizo esperar dos días más.

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