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martes, 4 de febrero de 2014

Cristina. Capítulo 3. Buscando en el baúl de los recuerdos

Llevaba tres horas intentando decidirse si acompañar a Ana y visitar a Max. 
Después de aquel verano su relación con Max se  había vuelto a enfriar. Cristina consiguió un trabajo en Inglaterra y el destino les volvió a separar. Aunque el trabajo no duró mucho; parecía que los problemas que había tenido durante aquel verano habían sido una especie de augurio de los desastres que estaban por llegar. Sin posibilidades de otro trabajo y tras la negativa de varios arrendatarios de alquilar su propiedad a una persona sin trabajo, aunque tuviese los suficientes ahorros para asegurarse el pago de seis meses por adelantado, empujó a Cristina a regresar a su pueblo natal. 

Su teléfono volvió a anunciar la llegada de un mensaje entrante. Miró la pantalla y abrió el mensaje.
Nof eras parg tasto la progrrmme. edu
Seleccionó la opción de detalles para comprobar, como ya se imaginaba, que el mensaje había sido enviado en la madrugada de la noche anterior. Por alguna extraña razón que no llegaba a comprender la mayoría de los mensajes mandados después de las doce de la noche sufrían una especie de retraso en su llegada. Normalmente estos detalles sin importancia pasan inadvertidos por su poca relevancia, sin embargo Cristina parecía tener una especie de compartimento extra en su cerebro que sobreanalizaba detalles sin importancia. Antes de su parte racional se lo impidiese contesto a Eduardo.
Supongo que no es la clase de programas que a ti te motivan. Para compensarte te invito a comer. ¿A la 1 en el restaurante italiano? Cristina
No es que no le agradase la compañía de Eduardo; al contrario, le parecía mucho más inteligente de lo que en un principio aparentaba. Sin embargo, su fama con las mujeres y la extraña relación que mantenía con su amiga Ana hacían que Cristina mantuviese siempre una distancia de seguridad. Su carisma y magnetismo le hacían irresistible siendo un peligro si se quería mantener la cabeza centrada y el corazón sano. Y aún sabiendo todo eso y procurando mantener las distancias Cristina sabía que ella tampoco era completamente vulnerable a sus encantos, simplemente había aprendido a controlar su necesidad por él. 
Recibió otro mensaje de Eduardo cuando estaba a punto de contestar a Max.
En el restaurante italiano me podrás explicar que tuvo de interesante ese programa tan aburrido. Eduardo
Conociéndole su mensaje era literal. Solía preguntar poco y escuchar mucho, una de las peculiaridades que le convertían en un hombre tan enigmático siendo su sonrisa entre pregunta y pregunta lo que le hacían tan atractivo. 

Seguía sin saber que hacer con la proposición de Max. La actitud de Ana no la había indicado en ningún momento que esperaba que la acompañase, aunque con lo tímida que era para ciertas cosas quién podría saber realmente que era lo que Ana pensaba. Por otro lado, si iba a Tandersa podría visitar aquel estudio de fotografía en el que la habían ofrecido trabajo años atrás. No era una garantía que todavía mantuviesen la oferta pero el interés mostrado por el dueño en algunas de las fotografías de Cristina en aquella ocasión, seguido de una rápida y firme oferta para trabajar para él, hizo que considerase la posibilidad de poder conseguir un trabajo allí. Y dada su actual condición, un trabajo era lo que necesitaba. Buscó en todos los cajones y armarios intentando encontrar aquella tarjeta...Estudio de fotografía LASOLA. Después de revisar todos los bolsillos, bolsos y carteras posibles sin éxito empezó a revisar en el contenido de las cajas guardadas en el fondo de uno de los armarios con documentos y papeles varios. Recordaba perfectamente que fue en uno de sus forzados viajes a Tandersa, en el verano que Max la visitó; intentando solucionar inútilmente un montón de problemas sin sentido aprovechó para hacer unos arreglos a unas cuantas fotos tomadas en sus múltiples viajes. Fue entonces cuando el dueño la ofreció aquel trabajo animándola a quedarse en Tandersa, pero su decisión de empezar a trabajar en Septiembre en Inglaterra la forzó a declinar aquella oportunidad. 

Su móvil volvió a recibir un mensaje.
¿Donde estás? Los canelones se enfrían. Eduardo
Cristina miró el reloj sorprendiéndose de lo tarde que era. 

-!Las 2!- exclamó. Se cambió de ropa y salió corriendo hacia el restaurante italiano dónde Eduardo la esperaba.

-!Oh! Cara mia -exclamó Eduardo que ya había pedido el vino y había estado esperándola pacientemente mientras le degustaba - espero que traigas dinero por qué dejarme por un programa decadente y hacerme esperar tiene sus consecuencias- la dijo con su sonrisa triunfante.
-Muy gracioso Casanova, me entretuve buscando una tarjeta que quizás me solucione el problema del trabajo- explicó Cristina saciando su sed después de la gran carrera que tuvo que hacer intentando minimizar su retraso.
-¿Qué trabajo?- preguntó Eduardo interesado.
Cristina saltó los detalles de su situación actual pasando a narrar la oferta que la hicieron años atrás.
-Creo que eres demasiado optimista- dijo Eduardo después de escuchar su narración.
- O estoy muy desesperada- añadió ella sonriendo.
-Quizás- respondió él con una sonrisa- pero ¿por qué necesitas la tarjeta?-.
-Un amigo me ha invitado a Tandersa y pensé en llamar al estudio fotográfico primero para asegurarme de poder hablar personalmente con el dueño uno de los días que estuviese allí- aclaró Cristina
-¿Tomamos el postre en Tandersa?- preguntó Eduardo sonriendo tan seguro de sí mismo como siempre.

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