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martes, 11 de febrero de 2014

Eduardo. Capítulo 4. Postre en Tandersa

-Tengo que hablar con ... ella - afirmó Eduardo mirándole a los ojos y tan seguro de sí mismo como era característico en él. El joven apartó ligeramente la cortina y dejó paso a Eduardo como si le conociese de toda la vida. Los dos desaparecieron tras la cortina mientras los impacientes clientes seguían orquestando su música ... taconazo-resoplido, resoplido-taconazo... 

Tras unos minutos el joven regresó con dos sobres entregando uno a cada cliente, finalizando así la impaciente música de aquel dueto. 

-¿En qué la puedo ayudar?- preguntó el joven a Cristina mientras observaba como los dos impacientes abandonaban la tienda. 
-Yo había ... -comenzó explicando Cristina cuando unas risas procedentes de la estancia tras la cortina la interrumpieron.
-!Aquí está!- se escuchó la voz que pertenecía a Eduardo seguida de más risas. De repente, la cortina se movió y Eduardo apareció junto a una joven esbelta y de larga melena rubia.

-¿Es esta la chica?-preguntó la joven mirando a Cristina y a Eduardo, intercaladamente, como si de un partido de tenis se tratase.
-Si, esta es Cristina - dijo Eduardo mirándola - esta es Erika - añadió volviéndose hacia la joven rubia.
-Hola -saludó Cristina un poco desconcertada.
-Paco, ¿podrías buscar el teléfono móvil de Patrick? Quizás sea mejor que lo busques en la "S" bajo el nombre de Señor Mare - dijo Erika al joven dependiente -Tenemos un par de clientes habituales llamados Patrick - explicó Erika dirigiéndose a Cristina y Eduardo.
-Aquí tienes la tarjeta de la tienda que tanto te interesaba tener - dijo Eduardo mostrando una tarjeta con el logo y los datos de la tienda - Erika ha sido tan amable de ofrecernos las dos primeras, recién llegadas con las nuevas actualizaciones -.
-Si, me ha costado un poco encontrarlas -corroboró Erika - Queremos terminar las pocas que nos faltan de las antiguas tarjetas primero, además el nuevo logo de la entrada tardará en llegar un mes y la nueva linea telefónica funciona paralela a la antigua - resumió Erika.
-!Lo encontré!, aquí está el teléfono del Señor Mare - exclamó Paco.
-Apúntalo en la tarjeta, por favor - se apresuró a sugerir Eduardo.
-Eduardo me ha explicado que Patrick te ofreció trabajo hace algunos años. La verdad, no sé si estará buscando más personal ... aunque quizás tengas suerte, creo que está pensando en ampliar el negocio - dijo Erika a Cristina sonriendo.
- Aquí tienes, seguramente sea mejor que le llames a la hora de comer o por la tarde-noche - dijo Paco acercándole la tarjeta con el número de Patrick a Cristina.
-Sí, últimamente está muy ocupado por las mañanas - añadió Erika.
-Muchas gracias - dijo Cristina

Después de los agradecimientos habituales y las despedidas, Cristina y Eduardo abandonaron LASOLA para dirigirse a tomar el postre que tenían pendiente.

Encontraron una pequeña cafetería-heladería bastante cerca de dónde habían aparcado el coche y decidieron que sería un buen lugar para poder concluir aquella comida. La decoración estaba completamente basada en atardeceres y amaneceres: pinturas, fotografías, postales,... El ambiente mediterráneo se respiraba en cuanto entrabas al establecimiento. El olor a café, los suaves olores en forma de brisas de los diferentes helados que se mezclaban en el aire y las frases multicolor en multitud de idiomas que llenaban la superficie de las mesas formaban un conjunto que hacía a aquel establecimiento especial.

-Tomaré un helado de capuchino- pidió Cristina al camarero que se acercó nada más se sentaron.
-Dos...y un par de cafés ... gracias - añadió Eduardo mirando a Cristina buscando su aprobación.
-Gracias- dijo ella sonriendo en símbolo de la aprobación que buscaba. 

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